Debido a la mala imagen que está sufriendo el plástico, y a que pronto se impondrá un impuesto a los envases de plástico no reutilizables, algunas marcas de cosmética “Top Venta” se están sumando al carro de la reutilización.
“¡Qué gran noticia!”, dirá el lector incauto, “¡Un envase que, una vez consumido el producto, podré llevar a la tienda para rellenarlo, y ahorrarle plástico al medio ambiente!”. Sin embargo, si es usted seguidor habitual de esta cuenta, no le sorprenderá que le digamos que no; que no se podrá rellenar en la tienda; que tendrá que comprar usted la recarga del producto y hacerlo en casa; y que la recarga viene en otro envase, que no es reciclable, cuándo el normal sí lo es. ¿Cómo se nos queda la cara? Exacto.
El truco de los dos envases
Pues sí, así es señoras y señores consumidores. Estas son las estrategias de comunicación utilizadas por algunas compañías, para continuar simulando que hacen algo en pro de la sostenibilidad, sin hacer en realidad nada. Donde antes había un solo envase, ahora hay dos. En su mundo, este es un avance en sostenibilidad, pues aseguran que los envases de recarga son más ligeros y usan menos plástico virgen que los normales.
Sobre el papel todo son ventajas. Es una pena que su mundo sea de fantasía: disminuir el uso de plástico a base de cambiar envases reciclables por otros que no lo son, rebaja el uso global de plástico pero aumenta su cantidad en el medio ambiente. ¿Cómo puede ser esto? Pues porque los envases no reciclables son discriminados en el proceso de triaje y van a ocupar sitio en los vertederos o se incineran. Así de simple.
Los envases habitualmente utilizados son de HDPE, con etiqueta y diseñados para ser reciclados. Y lo cierto es que realmente son reciclados y dan lugar a un material secundario reciclado, capaz de volver a convertirse en un nuevo producto. Los “prodigiosos” recambios, sin embargo, son una mezcla de plástico flexible y rígido (monomateriales en el mejor de los casos), con multitud de tintas, que no son realmente reciclados. Y hablamos del mejor de los casos, porque nos encontramos recargas que vienen en un envase de plástico flexible, compuesto por varias capas de distintos materiales, desde una lámina externa de PET y una lámina interna de PE o BOPP , hasta varias láminas de otros materiales como aluminio y LLDPE, sin contar los adhesivos y las tintas.
Cuestión de diseño, ECOdiseño
Como la mayoría de envases multicapa, estas recargas son un producto considerado de baja reciclabilidad, o incluso nula, debido a la enorme dificultad para separar sus componentes de una forma práctica. Es cierto que contienen menos plástico que un envase rígido, pero va íntegramente al vertedero. Por separado, estos materiales son perfectamente reciclables y el sistema de tratamiento de resíduos puede hacerse cargo de ellos eficientemente. Pero un mal diseño, pensado para el consumo pero no para el post-consumo, los echa a perder.
Así, el sistema de refill presenta como un avance en sostenibilidad lo que en realidad es un esquema de doble envase, uno con buena reciclabilidad (si su diseño es adecuado) y otro de baja calidad y nulas perspectivas de recuperación, que irá directo al vertedero, pero es presentado como una buena solución sólo porque usa menos material.
La falta de regulación sobre el greenwashing favorece este tipo de mensajes, y en un mundo complejo como el de la reciclabilidad real de envases, es fácil que el consumidor final se sienta confundido. Así, echemos cuentas: donde antes había un envase reciclable, ahora hay dos envases, uno reciclable y otro que acabará en vertedero. La reutilización es una excelente herramienta de mejora de la sostenibilidad, siempre que sea real.
Los objetivos de reducción de residuos fijados por la Unión Europea no se consiguen con medias verdades. Mucho menos con grandes mentiras.